Marcelo Forni

Repetir 100 veces: “calidad, calidad…”

Son pocos los que se atreven a desafiar aquella premisa que se plantea reiteradamente en...

Por: Marcelo Forni | Publicado: Jueves 23 de junio de 2011 a las 05:00 hrs.
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Son pocos los que se atreven a desafiar aquella premisa que se plantea reiteradamente en época de elecciones, y en toda reunión, evento, seminario o conferencia en que se habla de futuro: “la educación es la principal herramienta para alcanzar una verdadera igualdad de oportunidades”.



Tal cual está planteada esta frase parece difícil e impopular desmentirla. Pese a ello, a esta altura es evidente que está en entredicho o al menos, para seguir defendiéndola debe ser formulada con mayor precisión. Lo digo porque hemos podido comprobar empíricamente que mejorar sustancialmente la infraestructura, aumentar los niveles de cobertura educacional o incrementar el promedio de horas y años que una persona estudia, ayuda pero no es determinante en el objetivo de equiparar las oportunidades de los jóvenes.

Considero urgente y necesario se comience a plantear de manera explícita y categórica que sólo una “educación de calidad” puede facilitar una mayor igualdad de oportunidades. ¿Y qué es una educación de calidad? Partiría diciendo lo que no es. Todo indica que no es precisamente aquella que piden los “niños” que se toman los liceos, los “infiltrados” que terminan rompiendo su mobiliario, los malos profesores que llevan años protegiéndose con la capa del estatuto docente, como tampoco la educación que nos proponen aquellos idealistas nostálgicos que siguen pensando que en esta materia también el Estado es especialista. ¿Cómo es posible que no se escuche en ninguno de los reclamos estudiantiles la exigencia de “calidad”? Piensen por un minuto que si repitieran la palabra “calidad” tantas veces como repiten la palabra “Estado” ya habríamos dado un gran paso. ¿Cómo es posible que quienes tienen sobre sus hombros la principal responsabilidad en la sala de clases no se cuestionen la forma en que están realizando su trabajo? ¿Cómo no sentirnos avergonzados como país, si después de pasar más de doce años concurriendo a un establecimiento educacional muchos jóvenes no saben escribir o no entienden lo que leen? Una buena calidad de la educación es aquella que nos permitiría que los resultados en el Simce, PISA o PSU no fueran noticia. Una buena calidad de la educación desdramatizaría la difícil decisión para aquellos padres que se ven obligados por razones económicas a elegir un colegio público para educar a sus hijos. Una buena calidad de la educación permitiría efectivamente contribuir a la tan anhelada igualdad de oportunidades. Cuando estudiaba en el colegio, todavía era común escuchar a los padres decir que lo más valioso que podían dejar a sus hijos era una buena educación. No estoy seguro que hoy queden tranquilos sólo con eso. Como en tantas otras cosas es difícil entender lo que ocurre.

A nivel de expertos, autoridades y personas de reconocido prestigio en la docencia, existe conciencia de que mejorar la calidad de lo que se enseña a nuestros hijos es la prioridad. Lamentablemente a la hora de las soluciones, suele priorizarse las demandas que plantean esas minorías “ilustradas” que argumentan con tomas y desórdenes.

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